Ir al contenido principal

Camino al cielo (los primeros tres minutos)


.Foto: Dalma.-

La negociación comenzó en tierra firme, sería terminada la transacción ya en aquel pueblo que ella solo recuerda el nombre por haber usado el baño del precario hospital público. El pueblo era Angastaco: una plaza pequeña llena de mochileros que habían hecho noche por quedar varados, una iglesia blanca y de escalinatas altas, un hotel sindical y una almacén con cantina.
La tarde de sol radiante; tarde en donde no había nada por pender, el calor agobiante, la tierra impregnada en las ropas, en la piel y el hambre desesperante a esa hora. Hicieron de ese lugar, un lugar particular, deseado, brillante, esperado.
Por quince pesos te subirían a un camión de esos que transportan verduras y recorrerían un largo camino de rispio en donde los precipicios estaban a la orden del día, sólo veinte personas en el camión y el resto de los interesados, en una F100, que casi daba miedo, o la menos desconfianza.
El camino sería largo, el sol de enero deshidrataba las flores, las personas, hasta los cactus. El camión comenzó a tomar el camino donde todo estaba lleno de tierra y el silencio asustaba.
Largo camino, largas horas.
La pausa llegó en Molinos, un pueblito mucha más pequeño que el anterior, donde su mayor atractivo para toda la temporada, sería un festival en el club. Ese respiro duró poco una media hora tal vez, ahí los niños se acercan "de modo espontáneo" en medio de la siesta cuando sus padres, no se enteran en donde están.
Todo continuó, ella odia la tierra, la sed y el sol que resquebraja la tierra. Sin embargo, cuando decide despojarse de todo, lo consigue, reduce sus necesidades urbanas a las mínimas posibles.
El sol cayó, el frío comenzó y el pueblo se vislumbró a lo lejos. Solo, callado, de moda, pequeño, bello.
De un salto cayó del camión de verduras, se montó la mochila de sesenta litros en su espalda, y desde ahí la historia comenzaría a ser otra.



Comentarios

Anónimo dijo…
Esos lugares extraños que visitan esa gente rara. ¡De seguro en Molinos no había ni una p*** computador para poder conectarse!

Saludos y que el viaje te lleve donde quieras llegar.
Anónimo dijo…
Esos lugares extraños que visitan esa gente rara. ¡De seguro en Molinos no había ni una p*** computador para poder conectarse!

Saludos y que el viaje te lleve donde quieras llegar.
Eric dijo…
Como me gustan esos pueblitos perdidos en el medio de la nada !!!
La gente es tan servicial y tan amable.
Muy linda foto. Besos.
Dalma Longo dijo…
Dragón: En Molinos, como en todo el Norte, hay computadoras y cibers, lleno de collas que se conectan con el mundo, como nosotros acá. Es verdad que es muy bizarro ver un ciber en Humahuaca o en Iruya, pero está y te aseguro que es toda una experiencia transitarlos.
No sé donde quiero llegar, pero sigo viajando.

Eric: Si es verdad, la gente de esos lugares es un valor agregado al viaje.
Gracias por lo de la foto, un honor que lo digas vos.


Saludos para ambos.


Dal.-

Entradas más populares de este blog

San Pedro B - Lado B

Acá donde estoy la gente es distinta, no hay personas solas, no hay angustia, no hay soledad, no hay discriminación, no hay envidia. No sé si será el aire del río que te penetra en los poros, en el alma, la execiba cantidad de bicicletas que hacen a las personas menos sedentarias y más iguales (aquí el dueño del negocio y el empleado llegan los dos en bicicleta). O el olor a verde, a naranjo florecido, a pasto, a pileta Pelopincho en cada patio, jardín, parque de cada casa. Acá todos van al club, todos tienen novio/a, todos comen, todos pasean, eso sí siempre dentro de este pequeño mundo, que alguna vez pensé como mi lugar en el mundo (exactamente en el mirador con vista al río, a la isla, al cielo), aunque ya sé que no. En realidad es un lugar, dentro de otro lugar, sobre otro lugar, que encierra otro lugar... Infinito.

Volver a escribir

  Vuelvo a escribir en este espacio después de muchos años, hoy ya no soy la chica que comenzó con este blog, soy otra mujer. Pensé mucho si era necesario volver a utilizar este espacio para contar lo que me pasa, lo que me gusta, lo que uso, consumo y pienso. Creo que sí, que es necesario. La pregunta ahora es saber qué voy a postear acá semana a semana y la respuesta es simple: lo que me pasa. ¿Qué me pasa? muchas cosas. Hay blogs o cuentas de Instagram que hablan de un tema: decoración, moda, vida saludable, fitness, animales, etc. Yo no puedo, tengo que hablar de todo, porque soy una conjunción de cosas particulares y me divierte contarlo.  Siento que a todas nos pasa lo mismo, nadie dedica su vida exclusivamente a algo, porque trabajamos muchas horas, pero también nos pintamos las uñas, pero además vamos al supermercado y a la verdulería y también pagamos los impuestos y hablamos con el plomero. No soy una cosa soy miles, porque hoy la mujeres somos multitasking.   H

Una tarde por Kuala Lumpur

Una tarde en un descanso de la locura diaria, agotada de la vida de oficina, con un compañero nos preguntamos dónde querríamos estar en ese preciso momento. Tratábamos de huir de la triste realidad que nos aquejaba (horas y horas en una agencia de medios del centro porteño encallados en la silla, ya a esa altura). Y yo le dije en: Kuala Lumpur. En ese momento no sabía que era la capital de Malasia y no recordaba que las Petronas estaban emplazas en dicha ciudad. Como siempre trato de conseguir todo eso que proyecto, los dos nos pusimos a caminar por las calle de Kuala Lumpur a través del Google street view. Nos tomamos un buen rato para mirar y entender que era una ciudad de locos y que había que visitarla.  Meses después (casi un año) mi amigo Enzo me propone viajar al Sudeste Asiático, por supuesto que le dije que sí. Nada amo más que subirme a aviones con destinos poco comunes y llegar a ciudades que no conozco, no hablo el idioma y tampoco sé cuál es su moneda. Sentirme