Ir al contenido principal

Santa María de los Buenos Aires


No conozco lugar en donde me sienta más libre, más feliz, más yo misma, como en Buenos Aires. Me siento parte del mapa, parte del asfalto, del humo, del ruido. Aún estoy en etapa de evaluación del por que de mi amor desmedido hacia esta ciudad, que no es la origen, pero si la de elección.

Cada vez que recorro Av. Corrientes de noche, no puedo dejar de acordarme del pedido que le hacía a mi papá desde muy chiquita, volver por Corrientes para poder ver las marquesinas de los teatros encendidas. Recuerdo con la atención que miraba cada uno de los carteles, mucho antes de saber leer siquiera. Cuando doblaba por 9 de Julio esperaba ansiosa ver el cartel de Coca-Cola que se prendian y apagaban de modo sucesivo. Y unas cuadras después el cartel verde del edificio redondo, era de Sprite. No dejaba de sorprenderme cada vez que pasaba uno de Aurora Grundig (por que era dorado, creo...) y otro de autos que colgaban, no recuerdo si era de una concesionaria de autos o de Fiat, pero moría por verlo.

Y esta sorpresa, no eran de campechana, ya que los paseos por Capital se producian casi todos los fines de semana (a veces entre semana también cuando mi papá iba al centro a trabajar), sino de un amor y admiración incondicional que le tenía y le tengo a la ciudad.

Me pregunto... ¿por que esta sensación maravillosa que tengo cada vez que transito la city porteña?, y creo que tiene una sola explicación, es eso inculcado, eso heredado. Soy hija de una persona que era porteño a raja tabla, hasta las huesos, que amaba tanto la ciudad como ahora lo hago yo, tal vez un poco por mi, tal vez un poco por él...

Es otra de las cosas que le debo, es un poco lo que soy, un pizca de acá un tanto más porteña, por herencia, por circunstancia, por elección.

Comentarios

Anónimo dijo…
Cada vez que voy a capital (4 días a la semana), vuelvo con dolor de cabeza. No te das una idea cúanto detesto esa maldita ciudad. Pero, como hay libre albedrío, acepto que a vos te agrede tanto la ciudad.

Saludos
Dalma Longo dijo…
Dragón: Yo adoro la cuidad, me parece mágica verdaderamente. Ahora bien, una salvedad a tu comentario tan desalentador; no es lo mismo transitar, que vivir en la ciudad.
Experimenté vivir durante un par de años en ella y experimento (todos los días hábiles) transitar por la misma, y te aseguro que no tiene comparación.


Saludos,

Dal.-
Eric dijo…
Buenos Aires, te amo, te odio, dame más !!! :)
Anónimo dijo…
Perdón si sonó desalentador, no era mi intensión

Viví casi 4 meses en la ciudad pero no me sirvió para mucho, sólo para recordarme por qué no lo había hecho antes: Mucho ruido a toda hora.

Saludos
Anónimo dijo…
Adhiero a Eric.
Te amo, te odio, DAME MAS!
Dal...
que puedo decir de tus palabras, de tu texto?
Sonas tan convincente con el amor hacia Capital que la hacer ver bella hasta quien asi no la ve.
Me encanto leerte. Como siempre, un placer.
Te quiero mucho MUCHO MUCHO!

Besos miles!

ALma.-

(Si si... volvi al mundo Bloguer)
Dalma Longo dijo…
Eric: MUCHO MÁS!
Gracias por pasar!

Dragón: No fue nada, ya se va a enamorarde la ciudad en algún momento.

Alma: Bueno... lo unico que tengo praa decir es WOW! Me reconforta que vuelvas. Todo lo demás ya lo dije.

Cariños a todos,

Dal.-
Vanessa Alanís dijo…
bueno, yo no tengo ningún antecesor porteño y también amo esta ciudad... aunque me de dolor de cabeza algunas veces.

supongo que es así, "amable". por lo menos para los fuereños como yo, tiene una magia especial.

y la foto que ilustra tu texto me parece tan familiar. creo que yo la tomé o yo la usé para las efimerías alguna vez.
malditas drogas! jeje

saludos
Dalma Longo dijo…
Diminui: La ciudad es maravillosa, por sobre todo por que una se la puede adueñar, si eso quiere.

Con respecto a la foto: la saqué de la web googleando, con lo cual puede ser tuya o de cualquier otro, si tu memoria te lo permite y lo recordás, te linkeo, muy lejos de mi esta sacar el derecho de autor a una obra.

Gracias por pasar,

Bss,

DL.-

Entradas más populares de este blog

San Pedro B - Lado B

Acá donde estoy la gente es distinta, no hay personas solas, no hay angustia, no hay soledad, no hay discriminación, no hay envidia. No sé si será el aire del río que te penetra en los poros, en el alma, la execiba cantidad de bicicletas que hacen a las personas menos sedentarias y más iguales (aquí el dueño del negocio y el empleado llegan los dos en bicicleta). O el olor a verde, a naranjo florecido, a pasto, a pileta Pelopincho en cada patio, jardín, parque de cada casa. Acá todos van al club, todos tienen novio/a, todos comen, todos pasean, eso sí siempre dentro de este pequeño mundo, que alguna vez pensé como mi lugar en el mundo (exactamente en el mirador con vista al río, a la isla, al cielo), aunque ya sé que no. En realidad es un lugar, dentro de otro lugar, sobre otro lugar, que encierra otro lugar... Infinito.

Volver a escribir

  Vuelvo a escribir en este espacio después de muchos años, hoy ya no soy la chica que comenzó con este blog, soy otra mujer. Pensé mucho si era necesario volver a utilizar este espacio para contar lo que me pasa, lo que me gusta, lo que uso, consumo y pienso. Creo que sí, que es necesario. La pregunta ahora es saber qué voy a postear acá semana a semana y la respuesta es simple: lo que me pasa. ¿Qué me pasa? muchas cosas. Hay blogs o cuentas de Instagram que hablan de un tema: decoración, moda, vida saludable, fitness, animales, etc. Yo no puedo, tengo que hablar de todo, porque soy una conjunción de cosas particulares y me divierte contarlo.  Siento que a todas nos pasa lo mismo, nadie dedica su vida exclusivamente a algo, porque trabajamos muchas horas, pero también nos pintamos las uñas, pero además vamos al supermercado y a la verdulería y también pagamos los impuestos y hablamos con el plomero. No soy una cosa soy miles, porque hoy la mujeres somos multitasking.   H

Una tarde por Kuala Lumpur

Una tarde en un descanso de la locura diaria, agotada de la vida de oficina, con un compañero nos preguntamos dónde querríamos estar en ese preciso momento. Tratábamos de huir de la triste realidad que nos aquejaba (horas y horas en una agencia de medios del centro porteño encallados en la silla, ya a esa altura). Y yo le dije en: Kuala Lumpur. En ese momento no sabía que era la capital de Malasia y no recordaba que las Petronas estaban emplazas en dicha ciudad. Como siempre trato de conseguir todo eso que proyecto, los dos nos pusimos a caminar por las calle de Kuala Lumpur a través del Google street view. Nos tomamos un buen rato para mirar y entender que era una ciudad de locos y que había que visitarla.  Meses después (casi un año) mi amigo Enzo me propone viajar al Sudeste Asiático, por supuesto que le dije que sí. Nada amo más que subirme a aviones con destinos poco comunes y llegar a ciudades que no conozco, no hablo el idioma y tampoco sé cuál es su moneda. Sentirme