Se acomodaba, se movía sin cesar, hacía ademanes en demasía con las manos y se sentó. En medio del pasillo verde y con una voz muy, pero muy particular, la encontré rezongando al lado de una chica de rastas, sentada en una silla celeste humo. La supervisora, me pidió que me quedara con ella para comenzar a trabajar, hasta que lo pueda hacer sola. Me la presentó se llamaba Ethel, ella me saludó, no percibí nada, solo una persona que no me prestó demasiada atención, me dio un beso y siguió con su ritmo. La confianza al finalizar el día, no era más que la que tienen dos compañeras de trabajo. Los días pasaron, la chica de rastas no estaba más, el alma se nos aunó poco a poco, todo fue progresivo, nada en exceso. Las charlas eran agradables, seguidas, pero no desmesuradas, no sé cuanto tarda una persona en unir su espíritu con el otro, en sincronizar, en combinar, en compartir, en encontrar, pero fue así. Un día me levante y sin querer o queriendo, o por que la vida lo quiso así, me encont...