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Despedida

Diciembre 12 de 2006

Como decir que huele a Quilmes, como se explican las luces rojas y verdes que dibujan el mítico Aranjuez, como explicarle a un chilote, a un pintense o a un catalán, lo que es Quilmes sino lo vivieron: es amado, odiado, querido, despreciado, todo en simultáneo, en vivo y en directo como la televisión.
Es un día particular, asomo la cara por la ventanilla y siento un aire tibio, pero refrescante a la vez.
Un apagón hoy, afecto a la ciudad de la rivera, a mi ciudad que a veces odio, pero nunca niego. Desde aquí se ve la gente sentada en sus balcones, algunas televisiones encendidas. Una señora hace sobremesa vestida de batón, con el sifón de soda, las migas sobre el mantel de hule y la tele prendida. Detrás de ella titilan unas lucecitas, titila la Navidad, que en esta ciudad nunca pasa desapercibida.
Pero no es en el comedor de la casa de esta señora, a la cual podemos llamar Olga, que se vive la Navidad. Es un poco aquí otro poco allá, es una luz colgada de un balcón, es el saludo de una vecina de "¡Feliz Navidad!, por si no te veo". Es Olga que hoy faltando 13 días, ya sabe que regalarle a sus nietas. Es mamá que compra la lata de atún para el vitel thoné ahora para no estar a los apurones a último momento. Es el Papá Noel de fibra de vidrio de Rivadavia, que quiere las cartas de los nenes. Es la oscuridad que la resalta por doquier.
Mientras tanto hoy despedía a una amiga que la Navidad le huele a nieve, a despegue, a distinto. Suena a: villancico fast food, le es distinto. Pone un stop en el tiempo, reserva la Navidad para la nieve, la nieve para la Navidad.
Se despide, se angustia, piensa, vuelve al eje, sabe que él también es feliz, sonríe.
A mi el viento en la cara me sigue pegando, recorro lugares lejanos, casi olvidados. Escribo, guardo otro momento para la cajita de la posteridad. Me espera un largo camino a casa.
Recuerdo, también sonrío.



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