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Encuentros Casuales


Las gotas corrían por mi espalda siguiendo el camino de la columna vertebral. Pensé en salir afuera, ese lugar siempre es muy caluroso, pero al salir esa bocanada de aire frío que tanto esperaba, no llegó. El aire caliente recorría toda mi ciudad, toda por completo. Al llegar a la esquina una persona que en algún momento fue familiar para mi, para mi amiga. Él hizo que su nombre me sonara bello por su formas, por su vuelo, no sé tal vez por su belleza física. Ya lo había saludado dentro, ahora esta ahí un poco cambiado, pero la esencia que se refleja en los ojos era la misma, nos vuelve a saludar tan educado como acostumbran ser los chicos de buena familia.
Sorpresivamente para mí, no tanto para mi amiga, nos cuenta como es el calor en su casa, de su soledad en la misma. Habla de sus vacaciones en el sur con la mochila en los hombros y sus amigos. Y la nombra a ella, casi como una extraña, o tal vez con melancolía, no habían pasado tantos meses desde que la tubo por última vez en sus brazos en uno de esos lugares dónde el amor es pasajero, y ese en particular quedaba tan lejos de mi ciudad, que es también la de ellos dos. Mencionaba uno de esos correos electrónicos que son tan modernos, tan instantáneos, y a veces tan impersonales, él creía que estaba ahí por casualidad, yo creo tal vez por conocer a la mujer de sus sueños por algunos meses, que era tan intencional como si se tratara de su hermana. Contaba con esa sonrisa de joven tranquilo, los detalles del mismo, yo asentía y agregaba algún dato más. Estaba ahí parado, en la esquina, tan alto, tan joven, tan angelical, tal lejos de nuestra realidad...

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